jueves, 25 de junio de 2009

Buñuelos a la carta, o el arte de la improvisación

Andrés y Sebastián, el antes y el después de una función, son sólo una parte del Grupo Buñuelos, empecinados con toda la adrenalina en la improvisación teatral. Es un examen permanente ante un público que le propone temas para la función del día. Pero cómo?, si ellos dicen que ensayan previamente, qué ensayan?... Bueno, códigos, gestos, movimientos, accidentes. Qué sé yo, enterate de este descubrimiento.
“Ansiosos para estar de vuelta el sábado jugando con el público en la Casa del Pueblo de Morón que siempre nos trata muy bien. El espectáculo no está preparado para nada es totalmente improvisado. Nosotros estamos preparados para salir a la cancha. Hay que improvisar una historia que nos propone el público asistente, se trabaja mucho en lograr mostrar esa historia. Nosotros sabemos que está la energía de ellos, prestamos atención a cualquier ruido. La gente tira títulos. ¨El baño se tapó¨, puede no ser un título original y podemos no saber cómo expresarlo en escritura y terminamos sin escribirlo, pero encontramos la manera de representarlo. Jugamos mucho con el absurdo, y a lo mejor si se plantea un tema tan fuerte como el pago de salarios en una empresa, se nos puede ocurrir, por ejemplo, el pago en kilos de manzana”. Es lo que define Andrés antes de la función.
“Las expectativas que tenemos están vinculadas al entrenamiento, las variantes que podamos introducir y las ideas que vamos aportando. Y en principio nos planteamos como mínimo, una vez por mes una actuación en vivo. Estamos trabajando en grupo desde hace dos años, aunque comenzamos conociéndonos en talleres desde antes. Ensayamos sobre la base de códigos, la escucha y la observación de lo que está pasando. La gente se queda tranquila cuando alguno de nosotros liberó la primer palabra, y ya se nos hace más fácil. Depende de la historia cuántos integrantes trabajamos, como mínimo somos siempre cuatro de los diez que somos. El público elige un título, un género y como empezar la obra. Todo eso va a parar a una gorra. Después vienen las acciones del grupo, tenemos que encontrar un código donde nos entendamos todos.
A la hora de empezar la historia cada uno lo ha pensado de manera distinta y ocurre que puede derivar hacia algo impensado. Todo el espectáculo tiene un desgaste físico porque está corriendo adrenalina todo el tiempo. Los lugares donde se trabaja a la gorra son lugares de varieté, fiestas, que no son los más cómodos para trabajar. Nosotros hacemos un espectáculo para toda la familia. Siempre hemos tenido la posibilidad de contar con un público participativo y esperamos que cada vez se suelte más. Pero nadie hasta ahora nos pidió porcentaje por haber tirado una idea. Desde luego que quien considere tener un lugar para que nosotros desarrollemos esto que tanto nos gusta, estaremos agradecidos porque necesitamos más lugares. Cielo y Tierra la banda que nos acompaña, también practica la improvisación en música. Nuestra función duró cerca de dos horas con 5 o 6 improvisaciones y luego con 5 o 6 fotos, con los títulos que sobraron en la gorra. ¨La serpiente de oro¨, fue uno de ellos, con él como con los demás construimos una foto. Los títulos que trabajamos normalmente son terror, ciencia ficción, western, con nuestros estilos. Al ingresar al teatro le damos a la gente un papel para que cada uno elija un título. Con sala llena sucede que la gente participa de conjunto, el sábado 16 cada uno de los 50 participantes propuso un tema, así que nos quedaron un montón.
La improvisación teatral es un salto al vacío, es tirarse a la pileta sin saber si tiene agua. Es difícil tener la mente en blanco, cuando alguno de nosotros se anticipa tenemos que ver qué pasa con el resto, porque salimos de dos lugares distintos del escenario, las luces se apagan y comienza la adrenalina, ahí es donde tenemos que encontrar lo que va a suceder. Puede ser un accidente que siempre aprovechamos al máximo, y es parte de la escena. Una vez me sucedió en un tablón improvisado sobre cajones de cerveza que directamente pasé mi pata hasta el piso, el tablón se rompió e instantáneamente tuve que improvisar un “oh, el piso se rompió!”, las luces se apagaron y al volverse a prender aparecieron dos de mis compañeros improvisando “Uh, el techo se rompió”, no me olvido más. La función terminó con buffet y baile, pero no hubo buñuelos. Voy a proponer hacerlos en vivo”.
Sebastián o el “Buñuelo a la Carta” cierra esta charla. Andá a verlos, parece que son buenos.
(Por Jaime Rodríguez)

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