jueves, 20 de marzo de 2008

La vida es una moneda

Sigue el faltante de monedas

¿Qué pasó que se acabaron las monedas? ¿Adónde fueron a parar? ¿A quién beneficia esta escasez?

Todas estas preguntas surgen naturalmente, y como en toda situación que no ha sido debidamente aclarada, los rumores ganan la calle, llevados en andas por el boca a boca desparramaron diversas conjeturas, tan difundidas como difícil de comprobar o negar.
Carteles improvisados con la leyenda "No hay monedas" resultan infaltables en casi todos en comercios de la ciudad, en las cabinas de peaje, en las boleterias del tren, en los súper, en máquinas de bebidas y golosinas, y en ticket para el estacionamiento.

Las monedas están en su mayoría en las empresas de transporte urbano.

Los pasajeros hacen largas colas bajo el sol y la lluvia (ver foto), para poder cambiar billetes por monedas o comprar el pasaje directamente. Las quejas no llegan a oídos de los empresarios y mucho menos de los funcionarios, ¿a quien le conviene el negocio?
Las soluciones, teóricas también las dan los consumidores, que ni siendo economistas, ni, burócratas, piensan: ¿porque no se implanta un sistema de tarjetas magnéticas o de recarga, para el uso en maquinas de transporte publico?

La denuncia que el Banco Central radicó en la Justicia federal de Quilmes contra la empresa Expreso 9 de Julio SA, a partir de una investigación de América TV, que mostraba como se vendían monedas a cambio de una comisión, es una de las pruebas de su existencia. Ahora, analizan presentar otra denuncia motivada por otra investigación periodística, en la que parecería ser que el presidente de la Cámara Empresaria de Autotransporte de Pasajeros (CEAP), Daniel Millaci, aprobaba el pago de una comisión a cambio de Monedas. La venta de monedas está penada por la Ley 20.680 de Abastecimiento, porque supone que previamente personas no autorizadas para operar en cambios o como intermediación financiera acaparan o acumulan el metálico, para lucrar frente a situaciones de escasez.

Muchos apoyan la teoría que el faltante se debe al alto valor de los metales, según versiones, grandes acopiadores de monedas funden las de cinco y diez centavos para convertirlas en metales, vendibles a mayor precio que el nominal del escudo. No menos ruido hace el río de rumores que trae otra versión del mismo problema, esta indicaría que las empresas del rubro de caudales, compran monedas a un 20 por ciento más caro, y las venden con sobreprecios que alcanzarían el 50 y hasta el 100 por ciento de su valor real. Entonces, según este trascendido, 100 pesos en monedas se compran a 120 y se revenden a 150 o 200 pesos.
De este modo, la cadena comenzaría en los centros claves de distribución de monedas peajes, telecentros, bingos. Estos negocios venderían monedas a los acopiadores, que luego las revenderían a grandes compañías que precisan el cambio, como hipermercados, y grandes tiendas.

La culpa es del chancho…

Estos días se han escuchado gruñir, y llorar a numerosos chanchitos de yeso, que han sido asesinados para sacarle, su contenido de la panza, el vil metal. Hay quienes culpan a la gente común de retener o guardar las monedas de menor valor, con el fin de ahorrarlas para la compra de objetos no muy onerosos.

Los chicos, “principales conspiradores”, de la escasez de monedas, son obligados a entregar el botín, a sus mayores. Otro conspirador y cómplice de ésta situación de anarquía, que no puede solucionar el Banco Central, la Casa de la Moneda y el Gobierno mismo, es un personaje siniestro llamado Pérez, alias “El ratón”.


Parece ser que el sicario, estaría adoctrinando a chanchitos y otros personajes (como Shrek, Backyardigans, Barbie, Barney, Winnie Pooh, Bob Esponja, Garfield y el mismísimo sapo Pepe) co-autores, para quedarse con los cofres del tal ansiado metal (ver imagen).

Según esa versión, la culpa nuevamente la tendría el que le da de comer al chancho, figura universal de las alcancías.


(Por Silvio Botta)

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