Hay una frase, entre tantas que se dice en el fútbol, que nos pinta muy bien como sociedad. ‘Se juega como se vive’ la hemos escuchado una y mil veces cada vez que hay una discusión entre futboleros. Hay otras frases muy emblemáticas pero ninguna como esta para poder afirmar que si se juega al fútbol mal es porque se vive aún peor.
No hay que desmenuzar bien la frase para darse cuenta que durante los últimos años lo que rodea al fútbol hace que se juegue cada vez peor, salvo escepciones que no vale la pena mencionar en esta ocasión. Pero ustedes imagínense que no se puede jugar bien si desde las tribunas se escupe a un futbolista cada vez que se va a patear un córner. Tampoco se puede jugar muy bien al fútbol si un árbitro tiene que suspender un partido por la cantidad de objetos contundentes que se arrojan desde cualquier tribuna, y todo eso porque se cobró un gol en off side, como si 5 ó 10 centímetros por delante del anteúltimo rival fuera excusa justificada para tomar una piedra y arrojársela ‘al de negro’.
Tampoco se puede tirarle lo primero que se encuentra por ahí al DT que está sentado en el banco porque dirige a un equipo que tiene colores distintos al de uno. ¿Algo malo pasó por estas latitudes en las últimas décadas?
Insuficientes fueron hasta aquí todas las medidas que se tomaron para acabar con la violencia en el fútbol, ninguna tuvo la firmeza necesaria para castigar a quienes proporcionan actos violentos. Ni los descuentos de puntos, ni jugar sin público, ni sacarle la localía a un equipo o no dejar entrar con banderas al público, ni las cámaras de seguridad.
Algo debe cambiar al rededor del fútbol para que vuelva a estar bien jugado. Se necesitan más aplausos y menos silbidos. Se necesitan más gargantas suplicando un buen pase que miles de gritos vivando por una patada al rival. Se ovaciona más al jugador brusco y tosco que al quiere hacer rodar el balón para que su compañero pique al vacío y la clave en un ángulo...
Nada de esto es casualidad. Hoy no se juega como se vive... hoy se vive como se puede y así se juega...
(Por Ricardo Terzoli)
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