
Sobre el cielo de Ramos Mejía se cernía una mañana gris. Puede sonar a poesía rebuscada, pero fue lo que yo viví, despertando al golpe largamente esperado, que cada noche cambiaba de fecha. Sucedió lo que debía suceder, según los autores. Y quienes aceptaban aquellos que había comenzado a ser historia me obligaron a cuarteles de invierno, preventivo, claro, desde aquel 24 de marzo de 1976. el miedo ya había comenzado antes se profundizó con la asunción de la dictadura fascista autodenominada, con ausencia civil ‘Proceso de reorganización nacional’. Venía bien ese paraguas para intentar que explicar entre los usurpadores del poder había buenos y malos o para ser más exactos: “generales democráticos y generales reaccionarios”. A tal punto llegaba esa mimetización que el análisis político fundamental pasaba por encontrar las fundamentaciones más rebuscadas, pretendidamente dialécticas, para explicar que eso no era una dictadura o que en el sentido amplio sí, pero en el estrecho no, o viceversa. Lo que además sumado a las “buenas relaciones” con una de las fuerzas militares, nos aseguraba el plafond de ‘intocables’ como organización política. Como si esto fuera poco, se fue pasando por los confesionarios de la dictadura para declarar nuestra resuelta actitud ‘anti-ultra-izquierdista`para diferenciarnos de los verdaderos revolucionarios que resistían o atacaban al enemigo en sus ciudades. En realidad la política de diferenciación no fue más que el abandono del espíritu revolucionario, subyacente en la conciencia de los militares, para congelarlo y mimetizarse con el enemigo, iniciando de ese modo el sendero de la traición a los intereses políticos de la clase obrera y el campo popular. Coronando ese proceso con la nefasta propuesta de la ‘convergencia cívico-militar’. Es bueno dejar en claro como obligación histórica y hasta como honor, que muchos camaradas no compartieron la desviación ideológica y cayeron en las ensangrentadas manos del enemigo, porque no se despegaron de la lucha popular y de los principios que sostuvieron. La dictadura los atacó con despidos, cárcel, muerte y desaparición. Y de alguna manera, muchos de ellos y sus familiares fueron abandonados a su propia suerte ‘porque la organización debía despegarse de ellos’. No era más que la aplicación de aquella política nefasta. La solidaridad funcionó desde la convicción y la conciencia de muchos compañeros y amigos, pero tenue, por no decir en forma nula, desde la organización. Actitud que coincidía con el devenir de la mimetización planteada, bajo advocación de rechazo de la ‘subversión’, repetido incluso en las declaraciones de militantes que sufrieron horrores en las cárceles del proceso y pudieron contarlo. Es en ese marco que culmina mi ‘cuartel de invierno’ bastante breve por cierto, para incluirme en un proyecto político-periodístico en el que desarrollaríamos una experiencia inolvidable, no sólo para quienes fuimos parte de la empresa, sino para vastos sectores juveniles (fin 1ra. parte)
Conductor de los programas: 'Buen día, día' (lunes a viernes de 6 a 8 por GBA)
y 'Anticuento' (lunes a viernes de 19 a 20 por GBA)
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